Ejemplos de géneros literarios

Géneros literarios, técnicas expositivas singulares, ligadas a ciertas leyes de forma y contenido de carácter histórico o no a las que se someten las obras literarias.

La primera clasificación de los géneros literarios pertenece a Aristóteles, quien los redujo a tres: épica, lírica y teatro. El primero ha extendido su significado, al incluir la novela, a la noción más amplia de narrativa. Pero el género, entendido como conjunto de constantes retóricas y sígnicas o semióticas que identifica y reúne a varios textos, se va conformando históricamente. Por tanto, resulta muchas veces difícil fijar rígidamente los límites entre lo propiamente narrativo o épico-narrativo, lo lírico o poético y lo dramático o teatral.

Ejemplos de géneros literarios

ÉPICA

Fragmento de LA DIVINA COMEDIA (Dante Alighieri)
CANTO VII

Los saludos corteses y dichosos
por tres y cuatro veces reiterados,
Sordello se apartó y dijo: «¿Quién sois?»                                3

«Antes de que llegaran a este monte
las almas dignas de subir a Dios,
Octavio dio a mis huesos sepultura.                                          6

Yo soy Virgilio; y por culpa ninguna,
salvo el no tener fe, perdí los cielos.»
Así repuso entonces mi maestro.                                               9

Como queda quien ve súbitamente
algo maravilloso frente a él,
que cree y que no, diciendo «Es…, o no es…»,                       12

aquel así; después bajó los ojos,
y se volvió hacia él humildemente,
y le abrazó donde el menor se agarra.                                     15

«Gloria de los latinos, por el cual
mostró cuánto podia nuestra lengua,
oh prez eterna, del pueblo natal,                                               18

qué mérito o qué gracia a mí te muestra?
Si de escuchar soy digno tus palabras,
dime si acaso vienes del infierno.»                                            21

«Por los recintos todos de aquel reino
doliente, aquí he llegado  respondió-
y, enviado del cielo, con él vengo.                                             24

Perdí, no por hacer, mas por no hacer,                                     25
el ver el alto sol que tú deseas,
pues que fue tarde por mí conocido.                                         27

No entristecen martirios aquel sitio
sino tinieblas sólo; y los lamentos
no suenan como ayes, son suspiros.                                        30

Allí estoy con los niños inocentes
del diente de la muerte antes mordidos
que de la humana culpa fueran libres.                                     33

Con aquellos estoy que las tres santas
virtudes no vistieron, mas sin vicio
supieron y siguieron las restantes.                                            36

Mas si sabes y puedes, un indicio
danos, con que poder llegar más pronto
a donde el purgatorio da comienzo.»                                        39

Respondió: «Un lugar fijo no me han puesto;                          40
y me es licito andar por todos lados;
te acompaño cual gu(a mientras pueda.                                   42

Pero contempla cómo cae el día,
y subir por la noche no se puede;
será bueno pensar en un refugio.                                              45

A la derecha hay almas retiradas;
si lo permites, a ellas te conduzco,
y te dará placer el conocerlas.                                                    48

«¿Cómo es eso?  repuso  ¿quien quisiese
subir de noche, se lo impediría
alguno, o es que él mismo no pudiera?                                    51

Y el buen Sordello en tierra pasó el dedo
diciendo: «¿Ves?, ni siquiera esta raya
pasarías después de que anochezca:                                       54

no porque haya otra cosa que te impida
subir, sino las sombras de la noche;
que, de impotencia, quitan los deseos.                                    57

Con ellas bien podrías descender
y caminar en torno de la cuestra,
mientras que al día encierra el horizonte.»                              60

Entonces mi señor, casi admirado,                                            61
«llévanos  dijo  donde nos contaste,
pues podrá ser gozosa la demora»…

Lírica

Veo a los muchachos del verano
(Dylan Thomas)

I
Veo a los muchachos del verano en su ruina
convertir en eriales los dorados rastrojos,
desdeñar las cosechas y congelar los suelos;
y allí, en su ardor, el invernal diluvio
de amores escarchados, persiguen a las niñas,
y echan en sus mareas los sacos de manzanas.

Los muchachos de luz en su locura, coagulan lo que tocan,
agrian la miel hirviente;
hurguetean los muñecos de escarcha en las colmenas;
allí en el sol, frígidas hebras
de oscuridad y duda, ellos nutren sus nervios
y el signo de la luna, nada es en sus vacíos.

Veo a los muchachos del verano en el vientre materno
rasgar hacia la luz la atmósfera del útero,
dividir noche y día con pulgares de duende;
allí, desde lo hondo, con sombras seccionadas
de sol y luna ellos pintan sus dársenas
mientras les pinta el sol los cascos de la frente.

Sé que de estos muchachos han de surgir hombres de nada
hechos por la transformación de las semillas,
o han de lisiar el aire saltando de sus llamas,
desde sus corazones, cuando el pulso candente
del amor y la luz estalle en sus gargantas.
Oh, ved el pulso del verano en el hielo.

II
Pero las estaciones deben ser desafiadas o se tambalearán
en algún cuarto de hora repicante
donde, como una puntual muerte hacemos tintinear las estrellas;
esa noche en que el invierno soñoliento
les tira de la negra lengua a las campanas
y no se atreven a chistar siquiera
los vientos de la luna y de la medianoche.

Somos los oscuros negadores, exorcicemos a la muerte
en la mujer colmada de verano,
arrojemos la vida musculosa de los amantes que se crispan,
y de los muertos limpios que hace fluir el mar
echemos al gusano de ojos brillantes en la linterna de Davy,
y del vientre preñado quitemos el muñeco de paja.

Nosotros, muchachos del verano en esta red de cuatro vientos,
verdes por el hierro de las algas,
levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus pájaros,
alcemos la bola del mundo llena de olas y espuma
para ahogar los desiertos con sus mareas
y trenzar los jardines del condado.

En primavera ornamentamos nuestra frente.
Vivan las bayas y la sangre,
y crucificamos a los alegres señores en los árboles;
Aquí el húmedo músculo del amor se aja y muere,
aquí estalla un beso en una cantera sin amor,
Oh ved en los muchachos los polos de la promesa.

III
Yo os veo, muchachos del verano, en vuestra ruina.
El hombre en el desierto de su larva.
Y los muchachos son plenos y ajenos en la bolsa.
Soy el hombre que vuestro padre fue.
Somos hijos del pedernal y de la brea.
Oh, ved cómo se besan los polos que se cruzan.

Teatro (Drama)

Teatro asiatico

Fragmento de ESPERANDO A GODOT (Samuel Beckett)

ACTO PRIMERO
Camino en un descampado, con árbol. Atardecer
ESTRAGÓN, sentado en una piedra, trata de quitarse los zapatos. se afana obstinadamente en la tarea, con las dos manos. Se detiene agotado, descansa; jadeando, vuelve a empezar. La misma operación. Entra VLADIMIRO.
ESTRAGÓN.- (Renunciando nuevamente.) No hay nada que hacer.
VLADIMIRO.- (Acercándose a pasos cortos y rígidos, separadas las piernas.) Empiezo a creerlo. (Queda inmóvil.) Durante mucho tiempo me he resistido a esta idea, diciéndome: Vladimiro, sé razonable; aún no lo has intentado todo.» Y reemprendia la lucha. (Se reconcentra, pensando en la lucha. A ESTRAGÓN.) ¿Así que otra vez ahí?
ESTRAGÓN.- ¿Te parece?
VLADIMIRO.- Me alegra volver a verte. Creía que te habías ido para siempre.
ESTRAGÓN.- Y yo.
VLADIMIRO.- ¿Cómo celebrar este encuentro? (Reflexiona.) Levántate que te abrace. (Tiende la mano a ESTRAGÓN.)
ESTRAGÓN.- (irritado.) Luego, luego. (Silencio.)
VLADIMIRO.- (Molesto, fríamente.) ¿Puede saberse dónde ha pasado la noche el señor?
ESTRAGÓN.- En una zanja.
VLADIMIRO.- (Sorprendido.) ¡Una zanja! ¿Dónde?
ESTRAGÓN.-(Inmutable.) Por ahí.
VLADIMIRO.- ¿Y no te han sacudido?
ESTRAGÓN.- Sí…, no mucho.
VLADIMIRO.- ¿Los de siempre?
ESTRAGÓN.- ¿Los de siempre? No lo sé. (Silencio.)
VLADIMIRO.- Cuando pienso…, todo este tiempo…, me pregunto… qué habría sido de ti… sin mi… (Con decisión.) Sin duda, no serias ahora más que un montón de huesos.
ESTRAGÓN.- (Herido en lo vivo.) ¿Y qué más?
VLADIMIRO.- (Anonadado.) Es demasiado para un hombre solo. (Pausa. Con viveza.) Por otra parte, ¿por qué desanimarse en este momento? Es lo que yo me digo. Habría que haberlo pensado hace una eternidad, hacia mil novecientos.
ESTRAGÓN.- Basta. Ayúdame a quitarme esta porquería.
VLADIMIRO.- Cogidos de la mano nos habríamos tirado de la torre Eiffel, de los primeros. Estábamos bien entonces. Ahora es demasiado tarde. Ni siquiera nos dejarían subir. (ESTRAGÓN se enfrasca en sus zapatos.) ¿Qué haces?
ESTRAGÓN.- Me estoy descalzando. ¿No lo has hecho tú nunca?
VLADIMIRO.- Hace tiempo que te digo que es necesario descalzarse todos los días Más te valdría escucharme.
ESTRAGÓN.- (Débilmente.) ¡Ayúdame!
VLADIMIRO.- ¿Te encuentras mal?
ESTRAGÓN.- ¡Mal! ¡Me pregunta si me encuentro mal!
VLADIMIRO.- (Acalorado.) ¡Tú eres el único que sufre! Yo no importo. Sin embargo, me gustaría verte en mí lugar. Ya me lo dirías.
ESTRAGÓN.- ¿Has estado malo?
VLADIMIRO.- ¡Malo! ¡Me pregunta si be estado malo!
ESTRAGÓN.- (Señalando con el índice.) Eso no es una razón para que no te abroches.
VLADIMIRO.- (lnclinándose.) Es verdad. (Se abrocha.) No hay que descuidarse en los pequeños detalles.
ESTRAGÓN.- ¿Qué quieres que te diga? Siempre esperas a última hora.
VLADIMIRO.- (Ensoñadoramente.) A última hora… (Medita.) Tardará; pero valdrá la pena. ¿Quién decía esto?
ESTRAGÓN.- ¿No quieres ayudarme?
VLADIMIRO.- A veces me digo que, a pesar de todo, llegará. Entonces todo me parece extraño. (Se quita el sombrero, mira dentro, pasa la mano por el interior, lo agita y vuelve a ponérselo.) ¿Cómo lo diría? Aliviado y, al mismo tiempo… (Busca la palabra adecuada.) . . espantado. (Con énfasis.) ES-PAN-TA- DO. (Se quita otra vez el sombrero y vuelve a mirar en el interior.) ¡Lo que faltaba! (Golpea encima como para que caiga algo, mira nuevamente al interior y vuelve a ponérselo.) En lin… (ESTRAGÓN, a costa de un esfuerzo supremo, consigue sacarse el zapato. Mira dentro, mete la mano, da la vuelta al zapato, lo sacude, busca por el suelo por si ha caído algo, no encuentra nada, vuelve a pasar la mano por el zapato, mirando vagamente.) ¡Bueno!, ¿qué?
ESTRAGÓN.- Nada.
VLADIMIRO.- Déjame ver.
ESTRAGÓN.- No hay nada que ver.
VLADIMIRO.- Trata de ponértelo…

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