Resumen del Popol Vuh

Popol Vuh, texto escrito en lengua quiché (grupo étnico de la familia maya) a mediados del siglo XVI por algún miembro de la citada etnia que ya había sido instruido por los españoles, en tanto que compuso la obra con caracteres del alfabeto latino. El Popol Vuh (cuya traducción aproximada sería Libro del Consejo o Libro de la Comunidad) supone un auténtico compendio de la cosmogonía y pensamiento quichés (y, por extensión, de la mitología maya) que posiblemente sólo habían perdurado por tradición oral.

Resumen del Popol Vuh

Durante los primeros capítulos el autor nos relata la historia de la formación de la tierra desde la perspectiva cosmogónica de los pueblos originarios de América. En un primer tiempo, nos dice el autor, la faz de la tierra no existía; solo existía el agua, solo la mar tranquila. Fue por eso que se reunieron los primeros dioses, los constructores, los dominadores, los poderosos del cielo, los procreadores, los engendradores, las serpientes emplumadas.

Eran 3, según el autor, Gigante relámpago, Huella del relámpago y esplendor del relámpago; que se unieron para inventar al mundo y para hacerlo comenzaron inventando primero la tierra, montes, llanuras, etc. Sin embargo la tierra era un lugar muy callado, por eso decidieron crear animales y así lo hicieron comenzando por el venado.

Después de poblar la tierra con animales los creadores del mundo decidieron construirles un lugar para que reposaran y a cambio les pidieron que los adoraran; como los animales no hablaron solo cacareaban, rugían, mugían, aullaban, etc. entonces los creadores del mundo condenarían a los animales a vivir en estado salvaje y  a conformarse con ser el alimentó de otros seres. En seguida los creadores decidieron crear a un hombre, lo hicieron de tierra per no tenía movilidad, ni firmeza; aquella masa, nos explica el autor, se caía, se ablandaba, tenía los ojos vacíos y ciertamente hablaban pero sin sensatez, de manera que lo deshicieron.
Como deseaban ser reconocidos y adorados por su creación, aquellos dioses primigenios volvieron a reunirse y consultaron a los abuelos; el abuelo del día y la abuela del alba; El Antiguo Secreto y La Antigua Encantadora; estos arrojaron tzité y maíz para conocer la suerte y así supieron que tenían que crear a hombres y mujeres de madera; y lo hicieron; los creadores poblaron al mundo de hombres y mujeres de madera que se engendraron y crearon hijos e hijas pero no eran ni inteligentes ni sabios; que hablaban, pero que no recordaban ni invocaban ni adoraban a sus creadores, solo vivían una existencia egoísta; de manera que tuvieron que ser destruidos.

Los creadores les enviaron lluvia de noche y de día y llegó del cielo abundante lava. Después, en palabras del autor, el cavador de rostros vino a arrancarles los ojos, el murciélago de la muerte vino a cortarles la cabeza, brujo-pavo vino a comer su carne, brujo búho vino a triturar sus huesos y los animales pequeños de los que se alimentaron hablaron y llegaron para devorarlos y cuenta el autor que incluso sus ollas hablaban y llegaron para quemarlos como antes lo habían hecho los hombres y mujeres de madera con estos utensilios. De hecho, afirma el autor que aquellos hombres y mujeres que lograron sobrevivir emigraron a las selvas y hoy son los monos que viven en los árboles y que por eso son los animales que más se parecen al hombre, porque ellos son los hombres y mujeres de madera inventados por los creadores para que los adoraran pero como no lo hicieron deben conformarse solo con tener una vida salvaje.

Iconografía maya sobre papel amate

Una vez más, los dioses se reunieron para planear la creación de nuevos seres, en esta ocasión, determinaron que los nuevos seres serían hechos de carne y hueso y que les proporcionarían inteligencia para que ellos si pudieran adorarlos, para crearlos utilizaron maíz y para que pudieran sostenerse les pusieron un esqueleto de carrizo. Al principio solo crearon a cuatro hombres; a los cuales se les dotó de inteligencia, vida y sensaciones; también podían caminar y tocar todo lo que estaba cerca de ellos.
Desde el principio estos seres dieron muestras de inteligencia y según el autor, aun cuando la tierra seguía sumergida en tinieblas ellos tenían la capacidad de ver lo que aún no era revelado. Estos cuatro seres eran Balam Quitzé, Balam Acab, Mahucutah e Iquí Balam.

Luego de meditarlo un momento, los dioses se dieron cuenta entonces de que no era conveniente dotarlos de demasiada sabiduría, ya que no entenderían todo lo que les rodeaba y tampoco sabrían cómo utilizarlo en su beneficio; por otro lado, esos hombres tendrían hijos y esos hijos a su vez conseguirían saber más y sus hijos todavía más y así sucesivamente hasta que en algún punto, los hombres sabrían mucho más que sus dioses y tratarían de superar a los dioses que los crearon.
De manera que los creadores se volvieron a reunir y determinaron que los hombres, sus creaciones, solo podrían entender lo que estaba cerca de sus sentidos pero nada más y que de esta manera no podrían nunca llegar a ser más sabios que ellos, los dioses originales.

Poco después, para que los hombres no estuvieran solos, los hacedores del mundo decidieron crear mujeres; de manera que los durmieron y del propio cuerpo de los hombres crearon a cuatro mujeres a las que colocaron al lado de los primeros hombres que al despertar las tomaron y con ellas poblarían la tierra; de esta descendencia nacieron los adoradores de los dioses.
El autor después nos dice que los hombres emprendieron un viaje a una tierra prometida; para comenzar el viaje los dioses le dieron el fuego a la tribu de Balam Quitze, sin embargo el resto de las tribus también lo pidieron, los dioses a través de Tojil les preguntaron que estarían dispuestos a entregar; ellos ofrecieron todo tipo de regalos y piedras preciosas, los dioses no aceptaron, en cambio les pidieron la vida, la tribu aceptó y como compensación a ese acto de humildad les fue devuelto el fuego sin necesidad de entregar la vida.

En la travesía la tribu de Balam Quitze pasó todo tipo de problemas como enfrentarse a otra tribu que adoraba al dios Chamalkan; esta tribu les robó el fuego aunque lo recuperaron. Después llegaron a un lugar donde la tierra era tan seca que ya se había agrietado y el agua era escasa y mala; los ancianos consultaron con Tojil y este les dijo que continuaran con su viaje hasta llegar a la ladera de una montaña llamada Hacauitz, esa era la tierra prometida, al llegar los dioses les enviaron una señal y les dieron las instrucciones de como tenían que vivir en este lugar.

Vivieron tranquilos por algún tiempo, ofreciéndole a los dioses su sangre, sin embargo, luego de un tiempo comenzaron a asesinar a gente de otras tribus para ofrecerle esa sangre a los dioses. Los dioses por su parte bajaban a la tierra también a matar a gente de otras tribus y a bañarse al río; al enterarse de esto los habitantes de las otras tribus planearon una trampa para comprobar que tipo de divinidades eran aquellos dioses; colocaron a un par de doncellas en el río y esperaron para ver si los dioses las poseían o si sucedía algo más. Al llegar los dioses solo se limitaron a contemplarlas y hablar con ellas para saber quiénes eran y qué hacían ahí, las doncellas terminaron confesando todo y los dioses entonces les dieron una tela de algodón y sobre ella dibujaron un jaguar, un águila y un insecto; las doncellas regresaron a sus tribus con las telas y se las entregaron al consejo de ancianos; estos las probaron pero uno de ellos falleció por el ataque de uno de los animales dibujados sobre las telas porque animal había cobrado vida.

La tribu planeó una venganza y decidieron hacer la guerra contra la tribu de Hacauitz que ya los esperaba, luego de algunos incidentes la tribu de Hacauitz termina victoriosa y al final se reunieron y decidieron partir para siempre de ese lugar.
En la segunda parte del libro el autor nos cuenta la historia de dos hermanos, Ahpú Hunahpú e Ixbalanque, que eran hechiceros y vivían en las tierras de Quiché; estos hermanos eran buenos y disfrutaban del juego de pelota, lo que era muy molesto para los señores del mal que vivían en Xibalbá; estos eran seres nefastos que se deleitaban haciendo todo tipo de males a los seres humanos.

En una ocasión, los señores de Xibalbá enviaron a unos búhos para traer a los dos hermanos, luego de consultarlo con su madre Ixmucané los hermanos decidieron acompañar a los búhos, al llegar al Xibalbá los hermanos fueron sometidos a un juicio en el que se les declaró culpables; su castigo fue la muerte, de manera que fueron encerrados y a la mañana siguiente unos verdugos los descuartizaron y enterraron sus cabezas en un árbol que jamás había florecido.

Un día después todos se percataron que ese árbol que jamás había florecido dio unos frutos hermosos durante la noche y que las cabezas habían desaparecido. Ixquic, hija de Cuchumaquic tomó uno de esos frutos; al tener el fruto una voz dentro del árbol le dijo que ese era un fruto de bondad como los hermanos y que por haber comido de él ella sería la madre de su descendencia. Al descubrir el padre de Ixquic que esta estaba embarazada se la entregó a los búhos para que la llevaran lejos, la asesinaran y le llevaran su corazón.

Luego de unos días la mujer le confesó a los búhos que ella estaba embarazada de Ahpú Hunahpú e Ixbalanque y les pidió que no la mataran y ya que los búhos debían llevarle el corazón de la chica a su padre, Cuchumaquic, ella les dio unas gotas de su sangre que inmediatamente tomaron forma hasta convertirse en un corazón. Los búhos le llevaron ese corazón al gran Cuchumaquic, el cual lo lanzó al fuego y mientras se quemaba el corazón lanzaba un aroma floral delicioso y sublime. Los búhos convencidos de que Ixquic decía la verdad decidieron buscar a la chica para ponerse a sus órdenes y juntos fueron en busca de la madre de los hermanos para informarle que Ixquic estaba a punto de ser la madre de sus nietos, es decir, de los hijos de Ahpú Hunahpú e Ixbalanque. Aunque al principio la madre no creía, al final, luego de ver como Ixquic convocaba a los señores del maíz para que hicieran crecer la milpa, terminó por convencerse de que Ixquic decía la verdad.

Desde el principio Hunbatz y Hunchouen, los primeros hijos de Ahpú Hunahpú odiaron a Hunahpú e Ixbalanqué, los hijos de Ixquic y quisieron deshacerse de ellos, hasta que un día se fueron a un bosque y luego de algunos problemas terminaron convertidos en monos.
Posteriormente el autor nos habla de algunas aventuras desafortunadas en las que los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué enfrentaron y asesinaron a algunos humanos presuntuosos que pretendían ser dioses hasta que por fin un día decidieron labrar la tierra, ellos arreglaron todo para la milpa pero por la noche el campo fue destruido. Desesperados, la noche siguiente esperaron a ver que sucedía y descubrieron que un ratón llegaba a destruir la tierra, lo atraparon y el roedor les confesó que su abuela guardaba objetos muy especiales que no quería que ellos conocieran ni utilizaran pues temía que corrieran la misma suerte que sus padres. Se trataba de los accesorios para el juego de pelota.

Los gemelos los descubrieron y sin darse cuenta comenzaron a jugar hasta que toda su alegría desbordada en el juego llegó a los oídos de los señores del Xibalbá que bajaron y los retaron a un juego de pelota que se celebraría la semana siguiente.

Los gemelos se presentaron y derrotaron a los señores del Xibalbá en el juego de pelota pero estos no se quedaron tranquilos, así que los sometieron a distintas pruebas. Primero los metieron a una choza de frío, después los enfrentaron a un gran murciélago. Los gemelos salieron con vida pero al día siguiente Ixbalanqué le pidió a su hermano que asomara la cabeza para ver si ya podían salir, cuando Hunahpú asomó la cabeza los señores del Xibalbá se la cortaron y después se la llevaron al centro de la plaza para el juego de pelota.
Ixbalanqué se puso muy triste, así que le pidió ayuda a algunos animales para rescatar la cabeza de su hermano durante el juego de pelota de los señores del Xibalbá y así lo hicieron lo animales para que Ixbalanqué pudiera recuperar la cabeza de su hermano, colocarla en el cuerpo y devolverle la vida, después de revivir Hunahpú ambos gemelos salieron de aquel territorio.

Poco después los hermanos predijeron su muerte; por lo tanto pidieron que al morir los arrojaran a un río cortados en pequeños trozos y así lo hicieron, los arrojaron al río y al llegar al fondo del río volvieron a tomar forme para resurgir al quinto día como dos jóvenes distintos. Poco después volvieron al Xibalbá donde se dedicaron a hacer todo tipo de prodigios, primero revivieron a un perro, después quemaron la casa del rey sin que le ocurriera nada a ninguno de sus ocupantyes y al final asesinaron al gran rey de Xibalbá, una vez muerto este personaje los gemelos pasaron a ocupar el mayor poder en ese territorio y cuando esto sucede ellos descubren su verdadera identidad y los señores del Xibalbá se confiesan frente a ellos y les dicen que fueron ellos quienes asesinaron a sus padres, los hermanos recuperaron los cuerpos y los sepultaron como es debido y de este modo se crean el sol y la luna.

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